sábado, 29 de octubre de 2016

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS

Nos disponemos a celebrar, un año más, la Solemnidad de Todos los Santos. El próximo dia 1 de Noviembre, y siguiendo nuestra tradición católica, los cristianos celebraremos esta Fiesta grande de la Iglesia en nuestras vidas tratando de seguir el ejemplo de aquellos que nos dejaron, con su testimonio evangélico, un ejemplo de vida a seguir.

Y en ese día en que celebramos la Solemnidad de Todos los Santos, la Iglesia entera rebosa de alegría y esperanza. Celebramos y recordamos, como no, a los santos más cercanos y conocidos: los que vemos cada día en los altares o en las vidrieras de nuestros Templos; pero también, no debemos olvidarlo, celebramos hoy a los santos no canonizados, a los que no están en los altares, porque vivieron en el anonimato y así pasarán a la eternidad.
En un mundo como el nuestro, en el que hay tanto déficit de alegría, en que a veces incluso se llega a pensar si la vida tiene sentido, la fiesta que celebramos nos invita a tener ánimo y esperanza. Este camino de la vida que recorremos y seguimos, si intentamos vivir como Cristo, tiene razón de ser, y puede convertirse en una vida maravillosa.




En esta fiesta celebramos a todos aquellos hermanos nuestros, amigos, familiares, conocidos, gente que vivió con nosotros y entre nosotros y que ya ha llegado al triunfo definitivo, a la madurez completa junto a Dios. Lo que desearon y comenzaron aquí abajo lo experimentan ahora en su verdad última.





Esta fiesta de todos los santos es una mirada hacia adelante, una mirada de alegría porque los planes de Dios se cumplen en muchos hermanos nuestros, que no cuentan en nuestras listas de santos famosos, pero que sí cuentan en las listas de Dios, inscritos en el libro de la vida. Personas que en medio de las dificultades, han sabido ser fieles a Dios y vivir como nos enseñó Jesús: hombres y mujeres, sacerdotes y casados, niños y mayores, obispos y obreros, misioneros y madres de familia, familiares nuestros y personas para nosotros totalmente desconocidas; todos con algo en común: hicieron de Jesucristo y de su Evangelio, el centro de su vida y la única razón de su existencia; se tomaron a Dios en serio.

Todos estamos llamados a ser santos y perfectos como Dios nuestro Padre es perfecto. Más aún, la santidad es la forma cumplida y completa de la humanidad. Somos santos cuando crecemos en humanidad.
 
La fiesta de Todos los Santos nos anima y empuja al contemplar a estos hermanos nuestros, hombres y mujeres como nosotros, que han llegado a la santidad, por el camino más sencillo y ordinario de la vida, cumpliendo en cada momento lo que Dios quiere de nosotros en nuestra vida, cada uno en su puesto, en su vocación, en su lugar. Ellos nos enseñan que es posible alcanzar la santidad (y todos estamos llamados a la santidad), si en nuestro ser y en nuestra conducta somos mendigos ante Dios, si nos hacemos pobres, para que Dios lo sea todo en nosotros; si, como el Padre, abrimos el corazón a todos los demás hombres; si tomamos como tarea la construcción de la paz, del perdón y de la reconciliación. La solemnidad de todos los santos es una fiesta de gran gozo, la Iglesia se reviste de luz, alegría, por la gloria de sus hijos más preciosos.


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JOLABE